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Demigods or Demigurus: la verdadera idolatría en las escuelas vaishnavas de occidente.

  • Foto del escritor: Narayana Putra
    Narayana Putra
  • 16 abr 2021
  • 8 Min. de lectura



La palabra Deva en sánscrito traduce Dios/dios o divino. Con todo, las vertientes de la escuela Gaudiya-vaishnava nacidas en occidente -tales como ISKCON y Vrinda- se empeñan en malversar el término, traduciéndolo como semidiós. La idea de semidiós no es una idea hindú, sino griega. Un semidiós en la antigua Grecia hacía referencia al vástago de algún ser divino y de un ser mortal. Esta idea, no obstante, no se aplica al caso del hinduismo; por ejemplo, los cinco Pandavas eran hijos de dioses con madres mortales pero en ninguna instancia se les denomina como semidioses, al contrario, el Mahabharta los categoriza como hombres mortales, aunque excepcionales. En lugar del concepto de semidiós, la épica hindú utiliza la idea de encarnación, es decir, muchos de sus personajes son expansiones y/o porciones de entidades divinas que encarnan en cuerpos mortales. Su esencia no es mezclada corporalmente como la del semidiós griego, la naturaleza del cuerpo y del alma son separadas en el caso hindú, en donde el cuerpo es humano y el espíritu es el Deva.


Esto, por lo tanto, refleja un pobre entendimiento de la tradición hindú. De tal modo, es completamente incorrecto utilizar la palabra semidiós -o demigod en inglés- para referirse a las entidades celestiales y divinas del hinduismo. Indra no es un semidiós, es un dios en toda su plenitud. Igualmente ocurre con Ganesha, Vishnu, Shiva, Brahma, Parvati, Sarasvati, Lakshmi, Agni, Vayu y muchos más, todos ellos son dioses en sí mismos. Al mismo tiempo, los ejemplos anteriormente mencionados no son solo un dios -en minúscula- con identidad propia, sino que son simultáneamente Dios -con mayúscula. Esto último se sustenta en el famoso aforismo védico: ekam sat vipra bahudha vadanti (a aquella Verdad que es Una los sabios llaman con diversos nombres) (Rig Veda 1.164.46)


El uso del término semidiós por parte de los Gaudiyas occidentales es sectario y ofensivo -no con la divinidad, que está más allá de las ofensas- sino con las personas que practican otras vertientes del hinduismo. Esta costumbre de ensalzar el Dios personal y desestimar por completo al Dios personal de los demás es más afín al cristianismo fundamentalista que al hinduismo, a no ser, claro está, que el fenómeno pertenezca a un incipiente hinduismo fundamentalista. El uso de este término se popularizó debido a los escritos de Bhaktivedanta svami, el pionero de la Gaudiya-vaishnava en occidente, quien predicó su propia versión idiosincrática de aquella escuela. Pero como ya se dijo arriba, esta terminología no es correcta.


¿Y por qué hablo de semidioses cuando el titulo se refiere a la idolatría? Bien, la razón yace en que deseo argumentar el uso erróneo del término y compararlo con un término propio: el demiguru. Como ya fue dicho, las versiones occidentales de la Gaudiya-vaishnava presentan rasgos propios, ajenos a su versión original en la India. Uno de ellos es el exacerbado énfasis en la divinidad del gurú. Estos gurús adquieren un carácter mesiánico, es decir, son vistos como Dios hecho hombre, capaces de absorber y expiar los pecados de sus discípulos, jactándose de ser los garantes de la salvación. A cambio, estos gurús requieren sumisión absoluta y dedicada adoración. En mi experiencia con uno de estos grupos y un puñado de sus gurús, he llegado a la conclusión de que esta situación ha sido llevada hasta el extremo de la idolatría.


¿Y qué es idolatría?


La palabra idolatría se compone de las raíces griegas eidolon (ειδολον) -que significa ídolo- y latreia (λατρεια) que indica adoración. A su vez, el concepto de ídolo está relacionado con la idea de ver, o sea, algo que puede ser visto, o en su defecto, que puede ser aprehendido a través de los sentidos. Las tradiciones abrahámicas ven con desdén la adoración de lo divino por medio de ídolos -representaciones- y por lo tanto, consideraron que esta practica es un pecado. De allí, el concepto de idolatría ha evolucionado hasta significar la adoración impropia de lo sagrado -en un sentido leve- o la adoración de un elemento/persona carente de cualidades divinas -en un sentido más grave.


Desde mi punto de vista -como hinduista que soy- la adoración de la divinidad a través de una Murti (ídolo) es una practica sana y legítima. Se puede acceder al Dios personal por medio de Vigraha (la forma), de la misma manera que se accede a un ser querido mediante una fotografía o un recuerdo -si bien, esto es tan solo una metáfora y contiene sus limitaciones. Cuando se concibe la deidad en la forma, que es accesible a los sentidos, esta forma adquiere cualidades supramundanas y se imbuye de santidad. Es cierto que no se trata de una transustanciación literal, sino de un agregado de valores especiales que separan al ídolo de la materia profana, debido no a su sustancia sino al simbolismo que llega a representar. Esto por ende no encaja con mi definición de idolatría. Sin embargo, hay que reconocer que el ídolo existe para el ser humano, y no el ser humano para el ídolo.


¿Pero, qué hay de la adoración al gurú?


El gurú es el maestro -no necesariamente el espiritual- que ofrece su guía a su/s estudiante/s. Entre los varios tipos de gurús están los maestros espirituales, y de entre ellos resalta el diksha guru o maestro iniciador. La cultura hindú hace gran énfasis en el respeto, y hasta cierto punto en la adoración, del maestro iniciador. Empero, el estudiante debe acercarse, con cautela y discernimiento, al gurú bajo el cual desea estudiar e iniciarse. Se reconoce que es un gurú porque ya ha recorrido el camino que el estudiante desea tomar, por ello, debe tener experiencia en aquello que enseña. En consecuencia, el gurú es un humano en su inicio, pero no por haber caminado el sendero del conocimiento pierde su status humano; puede que se auto-realice y se vuelva uno con la divinidad, pero no por ello trasciende su humanidad completamente -pues aún está en el cuerpo-, al contrario, cumple a cabalidad con el objetivo de su humanidad.


El alma que reside en el cuerpo es Atman, y el Atman es aquella Verdad Suprema. Cuando alguien desvela los secretos del Atman se hace merecedor del más alto respeto y elogio, pero él mismo no acepta que se le adore como a una divinidad, puesto que su visión le permite ver que tanto el adorador como el adorado son aquel Atman, y por consiguiente, ambos son dignos de reverencia. Para el gurú auto-realizado la devoción a su persona es innecesaria, puesto que la persona es construcción del Ahamkara (el ego construido) y él/ella ya no se identifica con ello. De tal manera, es sensato apreciar, respetar y admirar al gurú, pero no adorarlo como a la deidad.


Es idolatría cuando se considera que la persona del gurú, y no el Atman que en él reside -y que reside en todos y todo-, es igual o idéntica a lo Divino, o cuando se le ofrece la misma deferencia al gurú que a las representaciones directas de lo Divino. Más aún, es idolatría cuando se adora a un gurú que no ha realizado el Atman en su interior sino que posee diferentes motivaciones. Estas motivaciones pueden ser prestigio, poder o el deseo de disfrutar del servicio ofrecido a su posición - y ni se diga entonces de los gurús ''caídos''.


La condición racional es universal a todos los seres humanos, esto hace que en efecto, todos los seres humanos sean idénticos en potencial. La condición divina, por otro lado, trasciende a la condición racional pero puede ser accedida mediante la experiencia mística. Al ser accedida, la condición racional que es Apara (inferior) se funde en la divina que es Para (superior). El potencial de alcanzar aquella condición superior es la misma en todo ser humano. Por lo tanto, ¿por qué habría que adorar a aquello que es idéntico a si mismo en sustancia, en esencia y en potencia? En este caso, adorarse a si mismo, al gurú, a otros seres humanos u otras entidades vivientes sería igual de beneficioso.


Las escuelas duales, duales-no-duales, no-dualistas-cualificadas, no-dualistas-puras, e iguales-no-iguales del Vedanta consideran que el Brahman indiferenciado posee una fuente que está más allá de toda comprensión y que es Superior al Jiva-atman (el alma individual), esta Alma Universal es Parama Brahman (Brahman Supremo). La identidad de este Supremo es Vishnu -aunque Shiva y Shakti también pueden serlo en sus propias conclusiones del Vedanta- y en consecuencia, es digno de especial adoración puesto que es lo más Grande entre lo grande, y lo más Pequeño entre lo pequeño. Por ende, solo Él posee cualidades especiales que lo diferencian de las almas individuales.


Una de las cualidades del Supremo es que Su cuerpo trascendental no está limitado por los órganos-sentidos tales como los ojos para ver o las orejas para escuchar; así pues, cuando el Bhakta (devoto) le ofrece alimentos, la Murti (forma) a través de la cual se adora puede alimentarse por medio de la vista, oler por medio del tacto y demás. Por otro lado, un humano debe disfrutar de los objetos de los sentidos mediante el órgano-sentido cuya naturaleza está dada a cierta percepción, es decir, come por la boca y ve por los ojos, pero no puede hacerlo de otra forma. De tal manera:


¿Qué sentido tiene ofrecer comida la imagen de un gurú de la misma forma que se le ofrece a una deidad, si es incapaz de actuar como el Supremo?


En respuesta, no tiene sentido. Para que un gurú pueda comer lo ofrecido debe estar presente y hacerlo a través de su boca, nunca una imagen de un humano estará imbuida de las cualidades trascendentales de un Vigraha, puesto que si se le adjudican cualidades sobrehumanas entonces no estaría representando a un ser humano; pero sabemos que el gurú es humano. Carente de la cualidades divinas del Param Brahman e idéntico a todos en relación al Atman, no existe razón para considerar a ningún ser humano como divino o al nivel de un Dios/dios, de modo que, adorar a un ser humano encaja en la definición de idolatría anteriormente descrita. Con todo, esto no quiere decir que las almas avanzadas en el sendero espiritual no deban ser apreciadas debidamente, pero hay que conocer el limite entre la apreciación y el respeto con la idolatría.


¿Y cuáles serían los rasgos de un alma espiritualmente avanzada, es decir del verdadero gurú fidedigno?


En primer lugar, un buen gurú debe ser capaz de guiar al estudiante a llegar a la misma posición en que se encuentra, es decir realizando el Atman. Para ello debe estar muy pendiente de sus estudiantes. A mi modo de ver tener demasiados discípulos resultaría contraproducente, puesto que no habría una guía adecuada para todos ellos. Por otro lado, un buen gurú no busca discípulos ni hace proselitismo, mucho menos con el objetivo de aumentar su fama y número de seguidores. Tampoco debe aceptar la misma adoración que se le ofrece al Supremo ni aceptar que se le reconozca como el Supremo, sino como parte del Supremo. En contraste, un gurú poco avanzado admitirá la idolatría a su persona, no cumplirá con sus votos -en caso de ser renunciante-, se aprovechará de la devoción de sus discípulos y en últimas no guiará a nadie, ni a si mismo, hacia la realización del Atman.


En conclusión, es necesario ejercitar la razón y el discernimiento a fin de reconocer cuándo esta estructura de poder propia del hinduismo, que es la relación gurú - discípulo, está bajo parámetros saludables a fin de evitar la explotación por parte del maestro y la idolatría por parte del aprendiz. Por consiguiente, si volvemos al punto inicial del ensayo ¿Cuándo los Gaudiyas de occidente dejaremos de preocuparnos por los demigods (semidioses) y empezaremos a preocuparnos por los demigurus (semi-gurús).

 
 
 

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