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Reflexiones de una noche en Navaratri.

  • Foto del escritor: Narayana Putra
    Narayana Putra
  • 16 oct 2023
  • 5 Min. de lectura


Una noche en Navaratri...


Hoy es Navaratri, más específicamente la segunda noche de nueve. Los giros del Samsara no me enviaron a India, ni nací en una familia de Sanatanis, por ello no celebramos Navaratri. Mi adoración, mi practica de Jñana-yoga no precisa altar, así que no celebro una pequeña puja a Durga, pero no por eso el corazón es el altar y sus latidos el Arati. Bhavani es la Diosa, ella está presente en todo lugar. Ella es el sueño en los parpados de Vishnu, cuando Él está en Yoga-nidra. Ella es la destructora de Mahishasura (Mahishasura-mardini) y de Ratka-bija. Ella es la furia en las Matrikas, es Jagadamba, la Gran Madre. Ella es Uma, ella es Shri, ella es Vagdevi. En el Sankhya ella es Pradhana y Prakriti, pero el Vedanta la revela también como Brahman. Hoy se celebra a la Gran Diosa.


Hay más celebraciones en el año: Mahashivaratri, Rama-navami, Janmasthami, Divali, etc. Pero celebrar varias veces al año no es suficiente. Por alguna razón las cosas nunca son suficiente. El ascetismo es difícil, insípido. La banalidad es desagradable, de muy mal sabor. El camino medio debería ser suficiente: vivir bien, moderado, Sattvika, pacifico, culto, libre, alegre e indulgente en su justa medida; pero tampoco es suficiente. Este mundo sencillamente nunca será suficiente.


Y no es que viva deprimido, al contrario, pero hay una insatisfacción en el alma. Hay algo que no se ve, y está justo al alcance, pero casi nadie lo toca. Hay algo que vivifica a cada ser, pero casi ninguno lo nota. Acompaña a cada ser, está ahí, supremamente próximo, pero no lo sentimos. Es la luz que enciende el intelecto. Es el fuego del sentimiento. Es la causa de cada experiencia humana, por ella se percibe la experiencia, pero nadie es consciente de Ella, o Él o Ello.


He vivido una vida piadosa, pero sigo siendo un ciego. No veo a esa causa en todo momento, aunque los ojos del corazón a veces la perciban. Pero tan pronto como veo otra cosa, olvido la sublime experiencia. Cambio lo sagrado por lo cotidiano, se me olvida lo divino y simplemente vivo como humano. Pero de cuando en cuando me surge esa insatisfacción, nada es suficiente. Es algo así como cuando ningún alimento sabroso puede satisfacer al que no está hambriento sino sediento: ¿sin agua de que aprovecha el alimento? El conocimiento del Brahman está en mi mente, es mi tesoro mejor guardado, sin embargo, el tesoro no sirve de nada oculto en el cofre.


Por sentir la plenitud del espíritu vale la pena sacrificarlo todo, y aún así no lo sacrifico. No me refiero a una renuncia formal, ni a la mortificación, sino a la practica de la Verdad, de la no-violencia, de la compasión, del servicio, de la devoción y de la sabiduría. Podría vivir mi vida entera ignorando todo esto y vivir bien; para luego morir, y vivir una vida buena una y otra vez, pero como ya lo dije, nunca estaría satisfecho. Luego de probar el néctar la sed es insoportable, y no se puede fingir no desear el néctar de la inmortalidad. La inmortalidad es Vishnu, es Shiva, es Brahma, es Durga, es Dios, es Brahman.


La ausencia de una gota del néctar divino es una agonía, y es imposible disimularla para siempre. Pero el Ahamkara es reacio a beberlo. El yo construido cambia el Amrita por la comida, por la diversión, por el bienestar, por el confort, por una vida plena; pero nunca calmará su sed. La sed es insoportable. Peor que haber vivido 1.000 años en un desierto carente de toda agua. Morir de sed, y no metafóricamente, es más tolerable. Porque la sed es la muerte. La sed es nacer solo para morir, y así eternamente. ¿Qué es esto? ¡Esto no es real!


Porque el viviente no muere, ni cambia, ni sufre, ni llora. El camino es sacrificar la muerte por la vida. La vida real, Vaikuntha (el lugar sin dolor). ¡Es real! No es ningún cuento, a pesar que en los cuentos le damos mil nombres. Pero sí es real, para conocerla no se necesita ningún argumento, nadie debe ser convencido, ya todos lo saben, los sabios la intuyen, los descarriados la procuran. Sí hay un Vaikuntha, el alma por eso sigue viva, por eso no es destruida, por eso se aferra a la vida. Quien lea esto puede buscarla en su interior, pero quiéralo o no, está seguro que lo sabe. Cada alma es Vishnu, el Omnipresente, y Él también es el Omnisciente.


A pesar de todo, escribo esto para amonestarme, pues sabiendo soy necio. Conociendo las maravillas del Dharma, no actuó con el Dharma. Y no me refiero a regulaciones institucionales o culturales, me refiero al Dharma puro: el Sanatana Dharma. Este Dharma es universal, benévolo, no es ningún mandamiento, es la convicción pura: es la no-violencia. ¿Por qué, quién que conozca a Vishnu querría lastimar a Vishnu? Con todo, nadie puede lastimarlo. Pero la Jiva, que no sabe que ella es Vishnu, sí sufre.


La ilusión es real para aquel que la cree real. El problema es que todos la creemos real. El mundo no es que sea falso, pero es un Lila. Cada quien tiene su papel. De hecho somos actores multifacéticos: a veces somos el Asura (demonio), a veces el Deva (el dios), ahora mismo somos el hombre, muchas veces fuimos el animal, la planta, el bueno, el malo, el amante, la victima, el rey, hemos sido todo. Pero el papel más bello es el final: el despierto. Y más hermosa aún es la salida de escena: Atyantika Pralaya.


Es como respirar de nuevo tras eones bajo el mar. Primero sacamos los ojos incidentalmente del agua y vemos la tierra seca. Parece más un espejismo cuando nos sumergimos de nuevo, pero cuando por casualidad vemos fuera de nuevo, así sea por un instante, reconocemos es el mar el espejismo. Y luego al respirar ¡Que éxtasis! Así como el pulmón esta hecho para respirar aire y no agua, el alma existe para el otro mundo, no este. ¿Por qué no entonces sacrificarlo?


No me refiero a llamar a todos a la orden del Samnyasi, pero si a sacrificar nuestro egoísmo: sabiendo el bien que podemos hacer no lo hacemos. El cuerpo existe para el cuerpo mismo, pero el alma existe para el otro: para la caridad, para la comunión, para Dios. Cada persona encontrará el camino del auto-sacrificio. No en el claustro, ni en el Vihara, sino en la acción, que a cada vida le corresponde.


Basta un esfuerzo más en el agua. Un último movimiento, libre y liberador: no-violento, sabio y decidido. Luego el alma se erguirá del agua, sabedora no solo de nadar, sino de andar e incluso volar.


Con el aire viene el sonido de dos alas de plumas doradas, radiantes como el sol. Alas tan grandes que cubren el sol, y aún así hay luz y no oscuridad. Es Garuda, el ave celestial. Con ella vendrán seres hermosos, de tez azul los masculinos, y dorados los femeninos. Cada uno con cuatro brazos: Los incontables Vishnudutas. Entonces subiremos en Garuda, y seremos recibidos como hermanos. Y cuando Garuda alce el vuelo, ¿Quién sabe que altura alcanzaremos?


Lejos, muy lejos, más allá de lo lejos. Inconcebible, inefable: en el cielo más alto que solo Shri-Vishnu conoce.



 
 
 

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